Ayer volví a soñar con la muerte de Gonzalo

A Gonzalo, y a aquéllos sus 8 años en el mundo

Hasta ahora la imagen recurrente era la de su cuerpo inerte, su cara como dormida, con la boca abierta y los ojos cerrados.

Pero ayer se moría despierto. Su cuerpo se enfriaba mientras él miraba con esos ojos oscuros y muy abiertos de la sorpresa, la incomprensión, el desamparo. Yo le tocaba buscando alguna pista de calor, pero cada vez estaba más frío. Mi dolor se hacía insoportable al pensar en lo que le esperaba, y él me preguntaba en silencio, parecía esperar que le acompañase, que le tranquilizase con un no pasa nada o ya verás qué bien te lo pasas, como cuando se iba al campamento (es la misma mirada muy abierta y perdida, resignada). Yo imaginaba su muerte, la eterna travesía que le esperaba, y me estremecía.

Creo que lo más inaceptable de la muerte de los hijos es que se la hemos dado nosotros, y no tenemos ni idea de cómo explicárselo, consolarles, y pedirles perdón.