Nunca
(v)ireta, 2005*
Cuando iba a doblar la esquina se detuvo, y apoyándose en la pared encendió un cigarrillo, con calma.
Llovía, y un viento frío empujaba el juego de las hojas muertas con sus pies.
O no, los primeros rayos de la primavera secaban las últimas gotas sobre su cara después de una mañana de lluvia infinita.
El caso es que no sabe que nunca doblará esa esquina.
Llovía, y un viento frío empujaba el juego de las hojas muertas con sus pies.
O no, los primeros rayos de la primavera secaban las últimas gotas sobre su cara después de una mañana de lluvia infinita.
El caso es que no sabe que nunca doblará esa esquina.
(*) Ilustración de (v)ireta
posted by Rafa at 19:30
9 Comments:
Una nueva colaboración de una (v)ireta intensa y visceral. Esta vez el reto era mucho mayor: el perfil abierto y ambiguo del microrrelato es mucho más difícil de traducir en imágenes.
Su fumador es como un tótem mitológico, rotundo como una máscara antigua, como una constelación que nos relatara. Esta vez sus agujeros son el fondo, el vacío que nos contiene.
Muchísimas gracias (v)ireta, eres un regalo de luces y formas para este oscuro hueco amontonado de palabras.
Esas tardes de lluvia... ;-)
Muy interesantes estas colaboraciones Rafa - (v)ireta
Saludos
muy bueno, el microrelato.
Dentro de poco, puede que en alguna esquina nos dejen fumar tranquilamente.
Y sugerente.
Un relato que hace pensar.
Una imagen infinita y abierta.
Un lujo.
Saf ;-))
Gracias elkenarra, brujo, manuel h y Saf por dejar estos rastros. El infinito está en la mirada, del que lee. Besos y abrazos.
la verdad es que los dibujos (las ilustraciones ) d evireta, tienen un afuerza increible.
mucho fatalismo en ese cigarro..
besos
siloam
Solemos cruzar calles, avenidas, esquinas... sin saber si en nuestro próximo paso estallará nuestra vida
Hola siloam. Ya se sabe, fumar es fatal. Besos para ti.
Bienvenida AtelieR. Menos mal que no lo sabemos ¿no? Mientras estamos vivos, no existe la muerte, y cuando estemos muertos ya no nos importará, para qué preocuparse por ella entonces, decía Epicuro. Joder, qué tío. Gracias por venir.
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