Pétalo
Mi padre había fallecido hacía pocas semanas.
Estaba hojeando los libros que acababa de heredar, aquellos que siempre se reservó para él en las sucesivas donaciones que me fue haciendo de su biblioteca, conforme se reducía el espacio vital del matrimonio que envejecía, aquellos que quiso tener cerca siempre en el equipaje mínimo del final del viaje de la vida. Estaban su Machado, Salinas, Marañón, y entre otros pocos más un Rubén Darío.
A él le gustaba recitarle poemas a mi hija cuando la veía callada y distraída, y especialmente la famosísima Sonatina de este poeta. "La princesa esta triste... ¿Qué tendrá la princesa?" empezaba, cogiéndole la mano, y acababa la estrofa ralentizando con énfasis "y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor". Qué imagen ¿verdad?, decía todas las veces como si fueran la primera vez, la flor desmayada en el vaso es como si la vieras, melancolía pura. Y mi hija le sonreía, y él era feliz.
Hojeando el ejemplar recién heredado ahí estaba la Sonatina, y un pétalo seco de rosa. Y la sorpresa fue que pude oler claramente su perfume durante un instante, solo un instante. Cuando quise enseñárselo a mi mujer el pétalo ya no olía, ni ha vuelto a hacerlo nunca más, solo el olor de libro viejo, reconfortante.
Y me pareció que ese aroma atrapado entre las páginas de la princesa triste había viajado en el tiempo, que traía un suspiro de mi padre desde el pasado, desde un día que cerró esas páginas por última vez con un pétalo dentro sin saber que ya no las volvería a abrir nunca más, con su emoción de aquel momento conectando con la mía en ese instante como una sola, simultáneas, vida y muerte a la vez, toda la vida y todas las vidas a la vez porque el tiempo no existe, y el arte tampoco.
Pero los pétalos de rosa sí.